ESCUELA NRO.17 C.E. 20 "CARLOS MOREL"


La Escuela Carlos Morel, está en la calle Ibarrola, entre Montiel y José L. Suarez.  A esta escuela ingresé en el año 1959.  Pasé en ella siete de los mejores años de mi vida.  Los recuerdos que tengo de aquellos años hoy son, digamos, fotográficos… Vienen a mi memoria imágenes estáticas y hermosas.  A decir verdad, acuden a mi memoria, además de imágenes, colores, olores, sensaciones y emociones varias.
Durante esos seis años aprendí a leer y a escribir, obtuve nociones básicas pero amplias y firmes de diversas materias. Mis maestros me enseñaron Geografía, Historia, Matemáticas, Música, Ciencias Naturales, nociones de Dibujo y Pintura, etc., mientras que en mi casa mis padres me daban lecciones de urbanidad, de respeto, de respeto a propios y ajenos, o sea en ese caso a mis familiares, a mis padres, a mis amigos y por supuesto a mis maestros… me dieron cátedra del valor del trabajo, del valor de la palabra, de honestidad, de solidaridad…
Recuerdo con mucho cariño a mis queridos maestros.  Recuerdo especialmente a mi maestra de Primer grado inferior: la Srta. Hortencia.  Espero que la fantasía de la memoria no me juegue una mala pasada, pero la recuerdo como a una persona más o menos baja, algo regordeta quizás, con cabello entrecano recogido en un prolijo rodete, y claro, con su guardapolvo blanco; recuerdo a la Srta. Noemí, mi maestra de Primer grado Superior, alta y delgada, rubia, muy joven y muy amable, siempre con una sonrisa; al maestro Polo, de Quinto grado y al maestro César Daniel Lázzari de Sexto grado, recuerdo al Sr. Pizano, maestro de dibujo… Hay nombres que se me escapan…
Recuerdo a las Srtas. Porteras, que se llamaban María y Nieves… Y recuerdo con mucho cariño a todos mis compañeros del Turno Tarde.  Aunque solo me acuerdo del nombre de algunos.  Me acuerdo por ejemplo de Vaquero, Rundo, Milillo, Segura, Cortese, Di Lorenzo, Lattanzi, Cohen, Finelli, Gargaglione, Humberto Martín Shikiya, entre otros.  Por esos años el clima respetaba cada estación y estaban bien definidas. En Marzo, cuando comenzaban las clases el frío ya se anunciaba y a principios de Abril, ya estaba instalado.  Recuerdo la escarcha en las cunetas y los sabañones en los pies y en las orejas…  Recuerdo el carrito con el mate cocido… la bolsita de tela, con galletitas, que llevábamos los de primero… el olor  a cuero de los primeros portafolios, o mejor dicho el único que nos servía hasta sexto… son innumerables los recuerdos y sensaciones, y que a muchos como a mí les pasará lo mismo… Pero para los de mi promoción, tengo 62 años, hay algo en lo que seguramente coincidiremos: Las fechas Patrias.  ¡25 de Mayo!, ¡9 de Julio!, qué días hermosos… Los festejos en la escuela, eran generalmente sencillos, pero multitudinarios… Eran verdaderamente emocionantes… Cantar nuestro Himno Nacional, ver flamear nuestra querida Bandera, en esas mañanas frías, tenían un encanto y un valor muy especial.  Las ceremonias no eran graves ni circunspectas, pero sí eran emotivas… aunque la energía infantil nos llevara a alguna broma o a falsificar la letra de alguna estrofa de las canciones patrias, había un momento, breve quizás, pero único, donde seguramente nos sentíamos orgullosos de ser argentinos… En fin, recuerdo también el último día de clases, el último día que entraría a un aula de mi querida escuela Nro. 17, el último día en ese patio al lado de mi querida bandera… En la mayoría de los casos el paso siguiente era la escuela Secundaria… Ese día lloré desconsoladamente, (eso sí lo recuerdo muy bien)  y si bien me acompañaba mi madre, quien me contuvo con un fuerte abrazo fue mi querido maestro de sexto, César Daniel Lázzari… En este momento que escribo tengo la misma sensación… Por aquellos años era común o frecuente la correspondencia epistolar, y con el Sr. Lázzari, tuvimos algunos años de contacto por esa vía… Luego, la vida, podría decir, nos desvinculó… Nunca más supe de él ni de mis queridos maestros… Nunca más supe de mis queridos compañeros, excepto de Shikiya, con quien hoy me contacto via web… Mi recuerdo final y mi agradecimiento va entonces para todos ellos, y para nuestros padres que supieron hacernos respetar y querer a la Escuela Primaria y gratuita…  Qué bien me vendría ahora un alfajor, o escuchar el ruido del papel cuando dábamos “vuelta la hoja”, o las risas de los recreos, o hacer “la tarea para el hogar”, o el chirriar de la tiza en los viejos pizarrones, o escuchar el canto múltiple y desafinado de nuestro himno en el frío patio escolar… Que bien me vendría…

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