Al costado de la Avenida General Paz, frente a Ciudadela, se encuentra el barrio de Liniers, zona que tiene uno de los atractivos gastronómicos más interesantes y menos conocidos de Buenos Aires: el barrio boliviano. En realidad no debería llamarse así, porque allí se encuentran numerosas nacionalidades, como los peruanos, los criollos (locales) e incluso una pequeña comunidad senegalesa en ascenso, que se dedica a la venta de bijouterie.
No es muy grande, apenas tiene unas cuatro o cinco manzanas, pero es un auténtico hormiguero comercial, una zona efervescente y pujante, que además es el paraíso de cualquier gourmet curioso por experimentar nuevos sabores. El comercio se realiza en locales a la calle y caóticos puestos que están sobre las veredas y ofrecen su mercadería.
Se pueden encontrar desde juguetes chinos, bombachas, corpiños hasta celulares de todo tipo y color. Pero si vamos a lo que nos interesa, el barrio boliviano ofrece un caleidoscopio de productos exóticos que van desde el plátano macho, chuño, mangos y otras frutas exuberantes, ají verde papa, cebollas hasta el ají rocoto y la leche evaporada, tan difícil de conseguir en los supermercados estándar.
También venden en bolsas a la vista especias varias como pimentón, orégano, comino, ají molido, jengibre, pimienta y demás productos que forman una paleta de colores que envidiaría cualquier artista. Hay legumbres variadas: locrillo, arvejas, amaranto y la muy demandada quinoa, con la que los bolivianos elaboran exquisitas sopas en los comederos aledaños.
Efectivamente, si uno mira atentamente, verá pollerías y marisquerías donde hacen el muy peruano pollo a la brasa, o a la broaster (invento estadounidense para freír pollo que tuvo mucho arraigo en Perú). Se puede comer en los puestos callejeros, donde las señoras ataviadas con sus ropas típicas cocinan piqueos, chicharrón y charqui para los transeúntes. Pero si uno quiere sentarse, sobre el pasaje Ibarrola se encuentra un restaurante interesante, de dos pisos, llamado “Mi Perú”, donde se sirven especialidades de ese país, especialmente del Norte, como el seco de cordero. A pocos metros se encuentra Miriam, otro local importante que ofrece buenas comidas a precios muy acomodados.
En síntesis, ya sea para abastecerse de mercadería, comer o simplemente curiosear, el barrio boliviano de Liniers merece una visita.
Publicado Originalmente en Via Resto
No es muy grande, apenas tiene unas cuatro o cinco manzanas, pero es un auténtico hormiguero comercial, una zona efervescente y pujante, que además es el paraíso de cualquier gourmet curioso por experimentar nuevos sabores. El comercio se realiza en locales a la calle y caóticos puestos que están sobre las veredas y ofrecen su mercadería.
Se pueden encontrar desde juguetes chinos, bombachas, corpiños hasta celulares de todo tipo y color. Pero si vamos a lo que nos interesa, el barrio boliviano ofrece un caleidoscopio de productos exóticos que van desde el plátano macho, chuño, mangos y otras frutas exuberantes, ají verde papa, cebollas hasta el ají rocoto y la leche evaporada, tan difícil de conseguir en los supermercados estándar.
También venden en bolsas a la vista especias varias como pimentón, orégano, comino, ají molido, jengibre, pimienta y demás productos que forman una paleta de colores que envidiaría cualquier artista. Hay legumbres variadas: locrillo, arvejas, amaranto y la muy demandada quinoa, con la que los bolivianos elaboran exquisitas sopas en los comederos aledaños.
Efectivamente, si uno mira atentamente, verá pollerías y marisquerías donde hacen el muy peruano pollo a la brasa, o a la broaster (invento estadounidense para freír pollo que tuvo mucho arraigo en Perú). Se puede comer en los puestos callejeros, donde las señoras ataviadas con sus ropas típicas cocinan piqueos, chicharrón y charqui para los transeúntes. Pero si uno quiere sentarse, sobre el pasaje Ibarrola se encuentra un restaurante interesante, de dos pisos, llamado “Mi Perú”, donde se sirven especialidades de ese país, especialmente del Norte, como el seco de cordero. A pocos metros se encuentra Miriam, otro local importante que ofrece buenas comidas a precios muy acomodados.
En síntesis, ya sea para abastecerse de mercadería, comer o simplemente curiosear, el barrio boliviano de Liniers merece una visita.
Publicado Originalmente en Via Resto
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